«La única patria es la lengua, mi ciudad Estado es mi biblioteca»

“Uno va a la realidad a ver qué hay, no a buscar algo predeterminado por un prejuicio anterior. El periodismo es mirada”, dijo Leila Guerriero durante la charla “Según pasan los años: periodismo, lecturas y democracia” que brindó en la UNNOBA. La periodista y escritora nacida en Junín hizo un recorrido por su profesión desde que comenzó a trabajar en los 90 hasta la actualidad en el que habló de las redacciones, del rol de las redes sociales, de lo efímero y banal y del compromiso y la pasión con que hace su trabajo desde el primer día hasta hoy. “Para escribir Una historia sencilla hice 85 entrevistas a Rodolfo, el protagonista principal del Festiva Nacional del Malambo en Laborde”, contó ante un numeroso público que estaba integrado por muchos colegas suyos de Junín y la región, protagonistas del quehacer cultural, referentes de la Universidad y público interesado en «escuchar su mirada” sobre el periodismo.

La charla se dio en el marco del ciclo Conversatorio, al que se refirió el rector Guillermo Tamarit cuando la presentó: “Con estos conversatorios podemos repasar 40 años de democracia a través de muchos de los protagonistas de estos tiempos. Comenzamos con Leila, que siempre que la convocamos tiene muy buena predisposición. A través de distintos testimonios queremos ver los claroscuros de estos 40 años, donde nuestra Universidad transitó la mitad. Es una reflexión que nos va a dar un nuevo impulso en trabajar para cambiar los problemas y tratar de mejorar”.

Leila estuvo acompañada y entrevistada por el director de Comunicación de la UNNOBA, Marcelo Miró, quien dijo que la idea de invitarla a que venga a dar la charla a la UNNOBA tiene que ver con el propósito de reflexionar sobre distintos aspectos de la vida nacional con personas que se han destacado o han tenido una trayectoria especial en determinados ámbitos de nuestras vidas. “La idea es conversar un poco sobre qué nos ha pasado en los últimos años con la recuperación de la democracia”, puntualizó Miró y para abrir la charla le preguntó: “¿Cómo ha cambiado el periodismo desde que empezaste hasta hoy?”.

Contó que empezó a principios de los 90 en Página 12 y que tenía un sueldo asombrosamente alto. “Además tenía un mes de tiempo para hacer una crónica o un perfil, conversaba mucho con mis editores, que me daban ideas. Aprendí que las cosas bien hechas en periodismo no se resuelven de un día para el otro. Creo que todo eso se acabó, al menos en las redacciones. Las revistas de la Nación y de Clarín desaparecieron y se transformaron en una extraña cosa que no son revistas, incluso salen en papel de diario”.

“Hoy el tiempo para conversar entre un editor y un periodista se resume con suerte a cinco minutos. Hay diarios importantes cuyos periodistas reciben un plus de acuerdo a la cantidad de likes que reciba. Eso es una perversión absoluta. Tienen que tener redes sociales que no contradigan los intereses del medio, los sueldos que pagan son paupérrimos. Lo que caracteriza a las redacciones periodísticas hoy es la precarización desde el punto de vista de la carpintería del oficio. A eso hay que sumarle la precarización intelectual, antes estábamos habituados a que el periodista le contaba a la gente cosas que le pasa a la gente (como decía el director de un diario italiano). Y esas cosas a veces tienen que ver con algo con que uno no concuerda, pues uno va a la realidad a ver lo que hay, no va a confirmar un prejuicio positivo o negativo ni a moldear esa realidad como si fuera arcilla para encajar en tu molde. Lo que hay es una mirada completamente velada de esa realidad que responde muchas veces a intereses y muchas otras responde simplemente a la estupidez”, respondió.

Cuando Miró le preguntó por qué no tenía redes sociales, respondió irónicamente: “Concuerdo con Annie Leibovitz, que dijo no es que no tenga redes sociales porque no sé lo que son, sino porque sé lo que son. Son una fuente de distracción enorme para alguien que escribe. Necesito aislarme del mundo para pensar, a mí las conversaciones banales no las soporto bien. La red social es un lugar de mucho barullo, depende de cada una: Instagram es como un lugar más amigable, Facebook es como un restaurante para gente adulta y Twitter es una alcantarilla. Son una enorme fuente de perturbación y de distracción”.

En cuanto a la elección de temas que elige para escribir, respondió: “Contar una historia es un trabajo de resistencia. Entrevistar a una persona durante mucho tiempo requiere de una exposición del entrevistado muy larga hasta lograr que el periodista se opaque y el otro empiece a decir cosas que no sabía. No se logra en una sola entrevista, es un trabajo con el cuerpo, a veces requiere seguir a la persona en sus actividades todo el día y todo eso es desgastante. Si no es interesante la historia es difícil sostener. Es un poco incontestable responder cómo uno elige eso”.

Después recordó que al principio contaba historias que siempre tenían que ver con lo marginal social, como barrios periféricos o cárceles, yonquis, temas muy oscuros: “Con el tiempo he ido refinando un poco la mirada porque fui viendo que la periferia también anida en las clases altas, en el genio, que es algo tan poco usual. El segundo libro que escribí es sobre un festival de malambo que es periferiquísimo. Con el tiempo me fui interesando en la periferia de las clases altas y temas relacionados con la cultura, que también es una periferia porque es como una cenicienta”.

“Una no es la misma persona toda la vida, yo por lo menos muté mucho, una siempre se lleva puesta”, agregó al referirse a los temas de interés que fueron cambiando con el tiempo: “Siempre para contar una historia tengo que tener un enganche fuerte, y eso viene desde la biblioteca que había en mi casa en la infancia, de mi familia, del teatro que veía, de la música que escuchaba, de las nostálgicas tardes en el campo…”.

“La única patria es la lengua, mi ciudad Estado es mi biblioteca”, respondió Leila cuando Miró el preguntó como pensaba a sus lectores teniendo en cuenta que escribe para medios nacionales e internacionales: “Cuando empecé a publicar afuera aprendí muy rápido cómo hacer para no transformarme en una periodista con lenguaje neutro. El lenguaje neutro no existe, es como una cosa desinfectada”.

También habló con detalles sobre cómo escribió el libro “La otra guerra” y contó que el disparador fue que un grupo de familiares se negó a la posibilidad de identificar los cuerpos de los soldados que quedaron en Malvinas: “Encontré cosas súper interesantes, muy incómodas. Fue como maravilloso poder complejizar a la víctima, la gente de la comisión de familiares manipuló y ocultó información, desvió información a determinados sitios por sus intereses ideológicos, que son nacionalistas, de derecha, pro militares”.

“Pero eso no quita que esas personas sigan siendo víctimas, es gente a la que se le murió un familiar que está enterrado a miles de kilómetros. Esa idea de complejizar a la víctima me parece súper interesante, desde el punto de vista narrativo me parece que hay que dar una vuelta, porque estamos habituados a que tenemos víctimas puras, parece que la gente que es víctima debe ser proba, que no consume drogas, que no tiene un estilo de vida reprobable, etcétera. Si tenés todo eso y sos víctima, sos un poco menos víctima. No hay que pedirle probidad moral a las víctimas”, agregó en cuanto a su libro “La otra guerra”.

“¿Para qué ficción con tanta realidad?”, acotó Miró, a lo que Leila respondió: “Soy una gran consumidora de ficción, leo más libros de ficción que libros periodísticos. En la ficción también hay una verdad. No tengo la vocación de la ficción, ninguna de las historias que yo encontré en la realidad me pareció que ganara nada si agregara un personaje de ficción”.

A continuación respondió las preguntas del público y después de una hora y media la charla cerró con un fuerte aplauso del público presente. Cuando la gente se retiraba del Auditorio de la UNNOBA, un grupo de periodistas juninenses se iba charlando sobre el poder de relato escrito y oral, de que habla con el cuerpo cuando habla de periodismo y de las ganas de que la charla siguiera un par de horas más.