La educación como herramienta de emancipación individual y social

Por el Dr. Guillermo T. Tamarit, Rector de la UNNOBA

Los tiempos que preventivamente denominamos “postmodernos” resultan de un conjunto de rupturas en relación a las certezas que nos brindaba la antecesora “modernidad”, en torno a cómo organizar el futuro.

Estas rupturas, difíciles de precisar, tienen un pronóstico común: la incertidumbre respecto del futuro. Por lo tanto, pareciera que lo único “cierto” en la postmodernidad es la “incertidumbre”.

Esta afirmación resulta, sin embargo, de fácil refutación: no es la primera vez que en la historia de la humanidad el futuro resulta incierto: el hombre, siempre a partir de sus múltiples y constantes búsquedas, encontró las alternativas para construir nuevas instancias superadoras. En esta oportunidad contamos con una vieja herramienta que permitirá, sino resolver, al menos encauzar cuestiones relacionadas con la incertidumbre individual y colectiva para abordar los desafíos del futuro: la educación, más aún, la cultura.

La capacidad de crear y administrar el conocimiento, no solo desde el punto de vista tecnológico, sino fundamentalmente desde el punto de vista cultural, continuará siendo el potencial humano que posibilitará la inserción social; y no sólo como espectadores o consumidores de este conocimiento, sino en tanto protagonistas y creadores de cultura y, por lo tanto, de sociedad.

Para ello debemos garantizar dos cuestiones esenciales:

1. La democratización del acceso al conocimiento. La educación pública formal es condición necesaria, pero no suficiente para que esto suceda. La instituciones educativas deben dar cabida a la ampliación de conocimientos. En verdad, ya no tiene sentido la diferenciación entre educación formal o no formal. Más bien, existe un amplio abanico de conocimientos que deben ser incorporados institucionalmente, de la misma manera que la educación debe ser un proceso que atraviese la vida de los individuos. Por eso, el concepto de educación continua a lo largo de la vida, remite tanto a los contenidos, como a la experiencia vital de convertirnos en personas que se educan durante toda la vida, como actividad inherente a su condición de integrantes de la sociedad.

2. La existencia de una sociedad democrática. Como plantea Marc Augé: “El hecho de subordinar a un individuo a normas colectivas y su futuro al porvenir de un grupo es típico del totalitarismo”. Por lo tanto, el desarrollo social y democrático, unido a visiones múltiples de la sociedad y su futuro, resultan condiciones esenciales, a partir de las que el conocimiento nos permite imaginar el porvenir individual y colectivo.

En suma, contamos con estos dos elementos esenciales para proyectar el futuro de la sociedad: cultura y democracia. Todos coinciden en que la peor solución sería que la incertidumbre en torno al futuro paralice al presente. De manera tal que debemos evitar concebir a la sociedad en una suerte de “presente perpetuo”. Así como el individuo es inimaginable sin la sociedad (lo constitutivo del hombre resulta “el otro”, como bien afirma Hannah Arendt) resulta imposible pensar en términos sociales, sin la idea de un futuro colectivo que la constituya y dote de sentido. Es la educación, en el amplio sentido de la cultura, la herramienta que conduce al desarrollo de una ciudadanía plena, en la que las expectativas individuales contribuyen a la constitución del colectivo social en forma democrática y participativa.

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